Ha sido ampliamente aceptado que “los niños a menudo son olvidados en la historia. Ellos no escriben, rara vez están representados en el arte, y no parecen ser valiosos en las historias en las que los adultos tienen roles importantes”. Esta realidad social, resultante del pecado y la maldad, se repite por milenios a través de la historia. La Biblia expone dicha realidad de forma cruda y transparente, sin embargo, también expone una realidad ideal para los niños, una donde ellos pueden vivir en paz, gozando de absoluta seguridad aún en medio de las fieras mas salvajes, pues ni las cobras, ni las víboras, ni nada que exista sobre este planeta, allí, podrá hacerles daño (cf. Isa. 11:6–9). Sin embargo, mientras esta nueva realidad llega, siempre habrá quien intente y en algunos casos lo consiga, quitar la vida de un niño (cf. Mat. 2:13), así como Quien —Dios— interviniendo en la historia, liberará y vengará la muerte de estos inocentes (cf. Deut. 32:35; Mat. 2:13; Rom. 12:19).
La mas clara y objetiva lección bíblica respecto al trato que un niño debe recibir, es el modelado por Dios en su relación con sus criaturas —la humanidad. Dios es justo, santo, fiel, sabio, veraz, amoroso, perdonador, iluminador, compasivo, protector, poderoso, ayudador, paciente, misericordioso, temible y tardo para la ira (cf. Deut. 10:17; 2 Cron. 30:9; Esd. 8:22; Sal. 36:7; Dan. 9:9; Juan 3:33; 2 Cor. 1:18; 1 Juan 1:5). Es deber de todo adulto, seguir este mismo patrón de comportamiento en su relación con los niños que lo rodean. Aunque “Dios es grande no desestima a nadie” (Job 36:5) ni a los mas pequeños e indefensos individuos de la tierra, los niños. Él, hecho carne y bajo el nombre de Jesús, dijo a sus discípulos: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” (Mat. 19:14).
La Biblia usa muchas palabras —heb. yeled, hareh, naar, etc.; gr. nēpios, paidion, teknon, etc.— muchas historias —por ejemplo: “El niño rey: Josías” (2 Rey. 22:1; 2 Cron. 34:1)— y muchos tecnicismos teológicos, para hablar de los niños, sin embargo, su mensaje es uno, “herencia de Jehová son los niños” (cf. Sal. 127:3). Ellos tienen deberes (cf. Éxo. 20:12) y derechos (cf. Prov. 22:6), pero también son modelos de fe, ya que muestran humildad, mansedumbre y receptividad a la ayuda divina (cf. Luc. 18:16–17). El primer niño anunciado en la Biblia fue fuente de esperanza para la humanidad caída (cf. Gen. 3:15). Frente a esta realidad, Adán y Eva le dieron un lugar prominente en su circulo familiar a este niño, y lo trataron con responsabilidad, respeto, consideración y amor. Trata a los niños tal como Dios trata al ser humano o al menos tal como Adán y Eva lo hicieron.