Una traducción personal del texto bajo estudio puede ser, además esta aclara el uso de algunas de las palabras originales que interesan par esta meditación:
“El Señor no aplaza (βραδύνει) su promesa, como algunos entienden la demora (βραδύτης), por lo contrario, los considera a ustedes, deseando que ninguno de ustedes perezca (ἀπόλλυμι), sino que cada uno avance al arrepentimiento (μετάνοια).” (2 Pedro 3:9)
Lo primero que se debe señalar sobre este texto, es que no está dirigido a todo el mundo, menos a los burladores (ἐμπαίκτης = alguien que ridiculiza) mencionados por Pedro versículos atrás (2 Ped 3:3). Este texto está dirigido a quienes aceptan al Señor Jesús como su salvador, dicen creer en sus promesas y se llaman así mismos cristianos (2 Ped 3:8).
Pedro estaba en Roma, no libre sino como uno condenado a morir, murió el entre el 67 y 68 d.C. y debe haber escrito esta carta poco antes de su muerte. Su propósito era animar a los fieles que estaban camino al desanimo, no sólo por la próxima muerte de Pedro (2 Ped 1:14), sino por el incierto futuro que les esperaba a cada uno de ellos.
El texto inicia afirmando que es el Señor quien no aplaza (βραδύνει) su promesa (ἐπαγγελίας). Aún cuando la Biblia tiene muchas promesas divinas, Pedro no está interesado en todas ellas. Se esperaría que un prisionero y próximo a morir, recuerde las promesas de liberación, pero Pedro no lo hace, él habla de “¡la promesa!”, hasta podría parecer que para Pedro la única gran promesa del Señor fue, “volveré”. Debemos seguir el ejemplo petrino, pues cuanto más crítica sea la situación que enfrentamos, debemos recordar que la única promesa que pondrá punto final a todo mal terrenal, será el cumplimiento de aquella promesa hecha por nuestro Señor cuando dijo: “vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14:3b).
Por otro lado debemos notar que el texto afirma que existe una demora (βραδύτης), realidad que solo es real—valga la redundancia—desde el punto de vista humano, pues el texto afirma que el Señor no aplaza (βραδύνει) su promesa, es decir, él nunca ha pospuesto ni ha movido el tiempo fijado para su venida. “Por lo contrario” afirma Pedro, “los considera a ustedes,” ustedes que incluye a sus lectores de todos los tiempos. Sin embargo, como ya se afirmó y el contexto lo respalda, los ustedes a los que se refiere el texto, son los creyentes, y son ellos los que el Señor desea que no perezcan (ἀπόλλυμι), sino que avancen al arrepentimiento.
Es importante notar que el verbo “perecer” (ἀπόλλυμι) tiene como sentido principal el perderse, es decir el estar sin vida espiritual o bajo la condenación de Dios, y aún cuando unas pocas veces tiene el sentido de morir o extinguirse, el contexto del texto que habla de dos grupos de seres que están vivos, nos permite afirmar, que lo que Dios desea es que sus hijos no lleguen a la condición de los otros seres humanos, que aunque están vivos, en realidad han perecido, pues están sin vida espiritual y bajo su condenación.
Finalmente el texto pide que estos creyentes, avancen al arrepentimiento. El termino griego para arrepentimiento (μετάνοια), usado 23 veces en el NT siempre es traducido como “arrepentimiento”, sin embargo es necesario notar que el sentido de este termino tiene que ver con transformación, un cambio interior (mente) y un cambio exterior (forma). Aquí debemos aclarar, que aún cuando el ser humano, no puede sufrir una metamorfosis que lo lleve de ser una especie a otra especie, el creyente tiene el deber de avanzar en esa dirección, hasta el día cuando sea “transformado (ἀλλάσσω), en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” (1 Cor 15:51, 52) por el poder de Dios.
Debemos terminar esta meditación afirmando que el texto indica que no existe demora desde el punto de vista divino para la venida del Señor, y que entre el tiempo de su partida y el tiempo señalado para su venida, los creyentes están llamados a cambiar cada día un poco mas, hasta el día que él retorne y los transforme por completo.